Maceo Osorio, tan médula como los de su generación

Escrito por: Diana Iglesias Aguilar

El 16 de noviembre de 1873 fallece Francisco Maceo Osorio, uno de los Padres fundadores de la nación y la Nacionalidad cubana. Conocido por su participación en la constitución del Comité Revolucionario de Bayamo (CRB) en agosto de 1867, su accionar fue mucho más allá de aquellos febriles días previos al alzamiento y al primer lustro de la guerra.
Nacido en Bayamo en marzo de 1828, es el más joven del núcleo estrecho que lidera las ideas emancipadoras compuesto por Pancho Aguilera y Perucho. Comparten mucho más que los cargos de Presidente, vocal y secretario del CRB, son las tres luces de la Logia, tienen una sólida formación cultural y se sienten cubanos.
Francisco Maceo Osorio era hijo del doctor en Farmacia, Pedro Manuel Antonio Maceo Chamorro, el primer bayamés en prender fuego a sus propiedades en la madrugada del doce de enero de 1869. La madre era la entonces joven Luisa Osorio Ramírez, natural de Santiago de Cuba.
Exquisita fue la educación que le propició su familia, iniciada en el convento de Santo Domingo, luego en La Habana y Valencia, España.Ingresa en la Universidad de Barcelona y obtiene el grado de Bachiller en Leyes luego en la Central de Madrid, recibe el título de Licenciado en Legislación y Jurisprudencia para regresar a su terruño en 1859, al que llega con el sello de elegancia y distinción en sus hábitos, su vestir y el cuidado de su imagen. Domina varios idiomas y es un hombre de pensamientos y cultura.
Próspera es su carrera como jurisconsulto, con bufete propio logra ganar mucho dinero y popularidad por leguleyo. Es uno de los editores y fundadores de La Regeneración, en 1864, el segundo periódico de la región.
En1863 la fama y el poder están cerca del clímax, alcanza por oposición el cargo de juez de primera instancia de la villa, y ese mismo poder le lleva a uno de los episodios más amargos de su historia personal con duras consecuencias.
Su colega y coterráneo Pedro Figueredo es acusado por las autoridades españolas ante el Juez, por la razón de acusar al alcalde mayor Manuel Jerónimo Suárez por incompetente. Una afrenta, una burla sin dudas, a las autoridades coloniales. Contrario a lo que de Maceo Osorio se esperaba, este aceptó el cargo de injuria presentado contra Perucho y lo sanciona a ocho meses de arresto domiciliario. Sobre Maceo Osorio cae entonces el peso de la enemistad del flemático músico y por transición de su incondicional amigo Carlos Manuel de Céspedes. Diferencias que se salvaron y limaron con intervención de Francisco Vicente Aguilera, y poniendo a la libertad de Cuba por delante.
Tanto así que el quince de octubre de 1868, en los primeros días del alzamiento, se une a Céspedes en la sabana de Valenzuela y con él estuvo presente en la toma de la ciudad, batiéndose al lado de Perucho Figueredo y Donato del Mármol. El día 19 lo nombran general, con la misión de tomar Guisa, regresa a Bayamo con el triunfo y lo comisionan en compañía de Grave de Peralta para la toma de Holguín. De regreso Céspedes le nombró su secretario particular. Desde ese momento fue el colaborador más efectivo de Carlos Manuel.
Las privaciones, los disgustos y las carencias de la contienda bélica abatieron su naturaleza física. Le atacaron las fiebres, llamadas perniciosas. Mal alimentado y sin medicamentos poco se pudo hacer. El estado de enfermedad lo lleva a estar postrado hasta sus últimos días. En momentos de lucidez afebril escribe las memorias personales de aquella guerra terrible.
Pudo ser evacuado al exilio en Estados Unidos de Norteamérica, como le propuso el Presidente Cisneros Betancourt mediante emisarios, sin embargo, aún sin poder levantarse del camastro cubierto con tallos flexibles y hojas, su voz ininteligible pero seguro, dijo: prefiero morir aquí, en Cuba libre,…Hacer lo contrario sería abandonar mi puesto”.
Carlos Manuel, recién depuesto del cargo de Presidente tiene a bien despedir el duelo. Es enterrado en un lugar llamado Los Horneros, municipio Guisa. Un puño de tierra cubrió su pobre mortaja de yaguas y bejucos, de cada uno de los pocos que le despidieron, entre ellos, el bayamés ya erigido Padre de la Patria. Ese hombre había sido, como él, uno de los pilares de la nación cubana.

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